jueves, 26 de mayo de 2011

Elige tu propia aventura, por M


Nunca lo conocí como príncipe azul, ya estaba desteñido desde antes. Eramos enemigos íntimos entre tantos amigos del Parque Chacabuco.

Me parecía soberbio, imbécil, peyorativo hacia el resto de la humanidad y más si trabajábamos en relación de dependencia.

Tenía que hacerle la gamba a Vir, que estaba muerta de amor por el mejor amigo de él, Nacho. Nos enteramos que tocaba Spinetta gratis en Quilmes y partimos del parque hacia allá. Sandro dijo que iba y marchamos. Lo padecí durante todo el viaje, contestándole a toda idiotez que decía, pero a su vez fui amable para no sabotearle la salida a Vir ni a Nacho.

A Spinetta nunca lo encontramos, así que fuimos a Carrefour en búsqueda de un licor para enfrentar el frío del río.
El tiempo pasaba y en una jugada maestra como sufrida, le dije: Sandro ¿me acompañás a buscar un baño en alguno de estos bares? Comenzamos a caminar, Sandro casi sin hablarme me pregunta “¿por qué no le dijiste a Vir? A lo que le respondí: "Si sos tan inteligente sabrás que te lo pedí a vos porque quería dejarla sola con Nacho. Me extraña tu carencia de percepción". Queriendo citar a los Simpsons, como cualquier evangelista a su biblia, le dije "bueno cerebro..." . A lo que me respondió "Tu no me agradas, yo no te agrado...."
"Te gustan los Simpsons?", le pregunté. "Los amo", contestó y nos pasamos hablando, entre búsqueda de un baño, de cada programa que nos había atrapado. Bueno, tan boludo no es. Luego le repregunté qué música me gustaba, los dos escuchábamos Iggy, habíamos estado en el mismo recital y de repente el pelotudo era un genio.
Encontramos el baño, me invita a sentarme en el bar a tomar algo, de golpe saca un ajedrez diminuto y me dice: te juego un chezz.
No podía creerlo, era un loco o era la persona más sorprendente del planeta tierra. Caí en la segunda falacia, como Elige tu propia aventura, sin sobredimensiona a la persona, pase a la página 72. Luego de aquel bar, de haberle ganado al ajedrez, fuimos al río y nos besamos. Fue muy raro. 
Volvimos en busca de Vir y Nacho, quienes seguían ahí sin que pasara nada. Levantamos campamento y nos fuimos.
Así empezó nuestra historia, nunca iríamos a admitir públicamente la palabra noviazgo, ni ningún tipo de relación que para él ocasionara términos de snobismo. Fue el hombre más divertido, nos reíamos, nos amábamos sin decirnos nada. Al día de hoy fue el único tipo con el que mantuvimos los códigos de no hablarnos a la mañana porque nos levantábamos de mal humor, de abrazarnos profundamente y quedarnos dormidos de hablar de carencias como compartir la abundancia.
Luego conocí a su vieja, me amaba, él conoció a mis viejos, lo detestaban. Y así transitamos más de una década entre el parque y nuestras casas.
En el camino hicimos espectáculo de malabares y swing juntos, semáforos, con eso sustentábamos las salidas. Consiguió una moto, se hizo mensajero. No era color de rosas pero una charla con él me hacía no ver las infidelidades y su problema con las drogas. Era de esos tipos con el que podía estar horas charlando, viendo una peli, haciendo el amor o saliendo, me era lo mismo: él estaba y sin que dijera nada o hablando con su grandilocuencia habitual, me conocía.
Un día, le diagnosticaron bipolaridad aguda, volvamos, no era la página 72 la que tendría que haber elegido, era un loco declarado, tendría que haber elegido la página 20!
Prometí bancarlo, entre tantas idas y vueltas, pasó su primer internación con éxito, luego vino todo lo demás: el abandono de la medicación, la ira, el no poder ayudarlo. Volvió la segunda internación, y yo ahí, su mejor enfermera. A la tercera no llegué, en un brote se desquitó. Por primera vez de pedirle a mi psicóloga consejos sobre cómo acompañarlo hablé de mí. 
Luego llegó el fin. Ya estaba todo desteñido, ojalá hubiese sido sólo el príncipe, ya a esa altura era mi compañero, mi todo. Si bien hacía años que había dejado de ser mujer, era peor que esa lealtad peronista que me prometió no abandonarlo. Me desteñí y caí yo, pero lo pude superar y me alejé.
Volví a hacer mi vida, sin dejar de escuchar de sus llamadas a las 3, 9 , 11 de la mañana. Hablando, puteando, recordando. Luego dejó de llamar, hasta otra internación en la que sólo auspicié de su mejor amiga o conocida.
No es una historia triste, fue una gran historia. Lo más cómico fueron todas las citas que sucedieron después, al no tener tanta cancha y parecerme todos tan pelotudos o todos tan geniales tuve: una cita con uno de pulover a rombos bancario; otro que aparecía en cada salida con una moto distinta; otro licenciado en marketing que me comentó que el negro y el marrón no combinan; otro separado que en cada cita no dejaba de mencionar a su ex y de lo distinta que era yo; otro que me partió la cabeza, pero que no podía verme porque no se bancaba su estado de gataflorismo por sentirse abrazado y besado (sic).. en fin, en cada uno que volvió pienso.. “Sandro se mataría de la risa”.
La última transmisión de Sandro fue que había cambiado el celular, que lo agendara, y la última transmisión de Vir, aquella amiga enamorada de Nacho, fue su invitación al casamiento con un chico que era compañero de teatro para chicos.
Moraleja: Entre tantas historias está esa esperanza, no se si en el príncipe azul declarado, pero sí en el repensar que por algo no fueron las cosas.

1 comentario:

  1. Qué historia! Yo creo que todos alguna vez
    saltamos la página por curiosidad!
    Elegir la aventura de un amor que al principio nos parece bizarro!.
    A veces el sapo se conviete en principe y si no es asi, tampoco nos desiluciona tanto porque ya sabiamos que era sapo. jajaj
    Polilla

    ResponderEliminar