sábado, 28 de mayo de 2011

YO

Hoy creo que volví a ser Yo, si con mayúscula. No hice nada, estuve casa, pero saben ? Todo el día tuve una exitante sensación de felicidad. Me pregunto cuánto me está ayudando este espacio en el que les voy contando mi historia. 
La primera pelea que tuve con Facundo fue quizás una pavada, pero en el momento me resultó tan dolorosa que sumado a todo lo demás que vino con el tiempo me fui convirtiendo en lo que no soy. 
Fue una noche cuando llegó de trabajar. Yo estaba en la cocina preparando la cena y de fondo escuchaba música. Entró me dio un beso y no me acuerdo que se puso a hacer, pero tenía una cara de culo que se le caía. 
-Te pasa algo?
- No, por?
- Pregunto ...
Seguí cocinando. Al ratito se metió al baño y escuché la ducha. Me pareció raro que no me diga que se iba a bañar (Ojo, no por que tenga que avisarme, pero vieron cuando vivís con alguien por lo general lo decís a modo de comentario ). En fin, salió de la ducha, pero evidentemente ni el agua caliente ayudó a que se le oxigene el cerebro. La cara de culo era cada vez peor. Yo pensaba: "no le hice nada, acaba de llegar, no me voy a hacer cargo si tuvo un mal día o algún problema en el trabajo". La verdad es que yo había tenido un buen día y preparaba la cena de buen humor, pero logró inquietarme y otra vez ...

- Qué te pasa?
- Nada, te dije que nada. 
-Facundo, no me jodas. Tu cara te delata
- Está bien. Lo que pasa es que no me gusta estar escuchando música todo el rato.

La mierda pensé yo, por semejante pavada me había bancado su malestar? Agarré y la apagué, pero  nunca más pude escuchar música tranquilamente, salvo cuando él no estaba. 
Al otro día se dio cuenta de que había exagerado y me pidió disculpas, pero el daño ya estaba hecho, no lo culpo, fui yo la idiota. 
Sólo escuchaba lo que sabía que a él le podía llegar a gustar, bajito y cada tanto. Cuando empecé a darme cuenta que estaba haciendo las cosas mal, intenté liberarme y poner un cd cuando quisiese (tampoco soy una mina que está todo el día con la música puesta). Supongo que recordando aquella primera discusión nunca más me pidió que saque la música, pero saben qué hacía? Se ponía el MP3 y escuchaba otra cosa. Muy antipático, no?
Más dolida estaba, odiaba sentir que lo que a mi me gustaba no era tolerable para él. No pedía que le guste, pero ... bueno, cuántas veces hacemos por el otro cosa que no nos gustan. 
En fin, lejos quedaron aquellas mañanas de sábado en las que ponía música y entre cantos y alaridos limpiaba mi casa de soltera.  Era, una buena receta para hacer las tareas domésticas que tanto me aburren. 

Hoy, otra vez en mi departamento de soltera escuché música todo el día. Empecé con Sabina, seguí con Michel Camilo y Tomatito, Bebo & Cigala, U2, Divididos y hasta Los Piojos !! 

Hoy estoy feliz, hacía mucho que no disfrutaba tanto de la soledad !!


jueves, 26 de mayo de 2011

LA DOBLE MORAL DE FACUNDO

El día que mi hermano conoció a Facundo me dijo: "Cuidá a este flaco porque te juro que te rompo el alma". Al flaco lo cuidé, se pudrió todo y mi hermano no me rompió el alma.
Cuento esto porque Facundo fue una trampa en la que caímos todos, incluida mi familia. Mi vieja fantaseaba con los nietos, mi hermano nos visitaba más que nunca y mi abuelo había encontrado en él un interlocutor atento para contarle sus anécdotas de juventud.
Me acuerdo que cuando lo empecé a conocer me sentía la persona más mala del mundo y no porque lo fuese, pero Facundo se mostraba tan bondadoso, tan generoso y de tan puros pensamientos que cualquiera podía ser un bicho al lado de él. No exagero, hasta le giraba dinero a un pobre chico del África.
Cuando empecé a sentir su distancia no quise hablar del tema con nadie porque tenía esperanzas de que las cosas vuelvan a estar en su lugar e imaginaba que si le contaba a mi familia iba a estropearse el buen vínculo que había entre ellos. Pero no aguanté más, era demasiado para mi y mis semanales sesiones con la psicóloga, entonces me abrí y empecé a contarle a mi vieja las cosas que estaban pasando. Sentí alivio, sabía que existía la posibilidad de una separación y necesitaba del apoyo incondicional de los míos. Ella trataba de aconsejarme y de relajarme, pero las cosas entre los dos empeoraban.
Efectivamente, cuando llegó ese final entre tostadas y café con leche (relatado en La Mudanza) mi vieja no lo dudó: "Nos engaño vilmente a todos. Facundo es mal tipo y tiene lo peor que puede tener un ser humano: doble moral". Me acuerdo que al principio se lo discutía, no podía pensar que me había cagado, lo justificaba, lo sostenía con uñas y dientes. Al tiempo, le dije: "Mamá puede ser que conmigo haya sido mal tipo, pero la gente lo adora, sus amigos, sus compañeros de trabajo. Todo el mundo lo ama, quizás es buen amigo y mala pareja" ( Al tiempo también supe que sus compañeros de trabajo no lo adoraban tanto como creía, ellos lo consideran como una persona con la que hay que tener cuidado y estoy hablando de adultos)
Mi mamá me contestó: "No, no se es bueno en algunos aspectos y malo en otros. Uno es buena o mala persona y él es mala persona, lo que pasa es que confundís bondad con moral cristiana".
Esas palabras quedaron en mi mente y creo que nunca se van a borrar ! Moral Cristiana, que peligrosa !! Tanto daño se hizo en la historia de la humanidad en nombre de la Moral Cristiana !
Ojo, esto no tiene que ver con creer o no creer en Dios, respeto a todas las religiones y credos, pero Facundo era el primero en ocupar el banco de la iglesia para después volver a casa y humillarme con su rechazo y su indiferencia.
Cuando conocí a su familia, me di cuenta que él estaba comenzando a reproducir en nuestra "familia" la forma de vivir de la suya: una esposa sufrida que se pasaba el tiempo rezando un Rosario y pidiendo que esa noche su marido no duerma con la amante, pero claro, el domingo los dos iban  muy alegres del brazo a misa.
A veces, pienso que las cosas con Facundo no funcionaron por tres razones (acá sólo diré dos, porque quiero reservar la tercera para otro post): porque él tiene la líbido corta sin poder sostener una relación y porque yo me resistía a ser esa mujer sumisa que no mostraba desacuerdos, que no pedía atención y que aceptaba las cosas porque Dios lo quiso así.

Elige tu propia aventura, por M


Nunca lo conocí como príncipe azul, ya estaba desteñido desde antes. Eramos enemigos íntimos entre tantos amigos del Parque Chacabuco.

Me parecía soberbio, imbécil, peyorativo hacia el resto de la humanidad y más si trabajábamos en relación de dependencia.

Tenía que hacerle la gamba a Vir, que estaba muerta de amor por el mejor amigo de él, Nacho. Nos enteramos que tocaba Spinetta gratis en Quilmes y partimos del parque hacia allá. Sandro dijo que iba y marchamos. Lo padecí durante todo el viaje, contestándole a toda idiotez que decía, pero a su vez fui amable para no sabotearle la salida a Vir ni a Nacho.

A Spinetta nunca lo encontramos, así que fuimos a Carrefour en búsqueda de un licor para enfrentar el frío del río.
El tiempo pasaba y en una jugada maestra como sufrida, le dije: Sandro ¿me acompañás a buscar un baño en alguno de estos bares? Comenzamos a caminar, Sandro casi sin hablarme me pregunta “¿por qué no le dijiste a Vir? A lo que le respondí: "Si sos tan inteligente sabrás que te lo pedí a vos porque quería dejarla sola con Nacho. Me extraña tu carencia de percepción". Queriendo citar a los Simpsons, como cualquier evangelista a su biblia, le dije "bueno cerebro..." . A lo que me respondió "Tu no me agradas, yo no te agrado...."
"Te gustan los Simpsons?", le pregunté. "Los amo", contestó y nos pasamos hablando, entre búsqueda de un baño, de cada programa que nos había atrapado. Bueno, tan boludo no es. Luego le repregunté qué música me gustaba, los dos escuchábamos Iggy, habíamos estado en el mismo recital y de repente el pelotudo era un genio.
Encontramos el baño, me invita a sentarme en el bar a tomar algo, de golpe saca un ajedrez diminuto y me dice: te juego un chezz.
No podía creerlo, era un loco o era la persona más sorprendente del planeta tierra. Caí en la segunda falacia, como Elige tu propia aventura, sin sobredimensiona a la persona, pase a la página 72. Luego de aquel bar, de haberle ganado al ajedrez, fuimos al río y nos besamos. Fue muy raro. 
Volvimos en busca de Vir y Nacho, quienes seguían ahí sin que pasara nada. Levantamos campamento y nos fuimos.
Así empezó nuestra historia, nunca iríamos a admitir públicamente la palabra noviazgo, ni ningún tipo de relación que para él ocasionara términos de snobismo. Fue el hombre más divertido, nos reíamos, nos amábamos sin decirnos nada. Al día de hoy fue el único tipo con el que mantuvimos los códigos de no hablarnos a la mañana porque nos levantábamos de mal humor, de abrazarnos profundamente y quedarnos dormidos de hablar de carencias como compartir la abundancia.
Luego conocí a su vieja, me amaba, él conoció a mis viejos, lo detestaban. Y así transitamos más de una década entre el parque y nuestras casas.
En el camino hicimos espectáculo de malabares y swing juntos, semáforos, con eso sustentábamos las salidas. Consiguió una moto, se hizo mensajero. No era color de rosas pero una charla con él me hacía no ver las infidelidades y su problema con las drogas. Era de esos tipos con el que podía estar horas charlando, viendo una peli, haciendo el amor o saliendo, me era lo mismo: él estaba y sin que dijera nada o hablando con su grandilocuencia habitual, me conocía.
Un día, le diagnosticaron bipolaridad aguda, volvamos, no era la página 72 la que tendría que haber elegido, era un loco declarado, tendría que haber elegido la página 20!
Prometí bancarlo, entre tantas idas y vueltas, pasó su primer internación con éxito, luego vino todo lo demás: el abandono de la medicación, la ira, el no poder ayudarlo. Volvió la segunda internación, y yo ahí, su mejor enfermera. A la tercera no llegué, en un brote se desquitó. Por primera vez de pedirle a mi psicóloga consejos sobre cómo acompañarlo hablé de mí. 
Luego llegó el fin. Ya estaba todo desteñido, ojalá hubiese sido sólo el príncipe, ya a esa altura era mi compañero, mi todo. Si bien hacía años que había dejado de ser mujer, era peor que esa lealtad peronista que me prometió no abandonarlo. Me desteñí y caí yo, pero lo pude superar y me alejé.
Volví a hacer mi vida, sin dejar de escuchar de sus llamadas a las 3, 9 , 11 de la mañana. Hablando, puteando, recordando. Luego dejó de llamar, hasta otra internación en la que sólo auspicié de su mejor amiga o conocida.
No es una historia triste, fue una gran historia. Lo más cómico fueron todas las citas que sucedieron después, al no tener tanta cancha y parecerme todos tan pelotudos o todos tan geniales tuve: una cita con uno de pulover a rombos bancario; otro que aparecía en cada salida con una moto distinta; otro licenciado en marketing que me comentó que el negro y el marrón no combinan; otro separado que en cada cita no dejaba de mencionar a su ex y de lo distinta que era yo; otro que me partió la cabeza, pero que no podía verme porque no se bancaba su estado de gataflorismo por sentirse abrazado y besado (sic).. en fin, en cada uno que volvió pienso.. “Sandro se mataría de la risa”.
La última transmisión de Sandro fue que había cambiado el celular, que lo agendara, y la última transmisión de Vir, aquella amiga enamorada de Nacho, fue su invitación al casamiento con un chico que era compañero de teatro para chicos.
Moraleja: Entre tantas historias está esa esperanza, no se si en el príncipe azul declarado, pero sí en el repensar que por algo no fueron las cosas.

lunes, 23 de mayo de 2011

Atención a las señales

Una vez mi ex volvió a casa de una reunión con sus amigos y me contó una charla que tuvo con uno de ellos.

Facundo: Lo bueno de tener una relación estable es que te podés tirar pedos adelante de ella sin problemas.


Ese día me di cuenta que se estaban cagando en mi.

domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo 2: Dr G por Victoria

El primer mes de relación fue soñado. Los días de ese Enero transcurrieron en otro mundo.
No es necesario hacer demasiados esfuerzos para ganar el corazón de una persona carente de afecto y esto el Dr. G lo sabía y lo aplicaba en cada detalle. Hablábamos de todo, compartíamos todo el tiempo que podíamos juntos y él se encargaba de apurarse en todo. Me asustaba oír de su boca frases incomprensibles como que quería hijos conmigo, lo divertido que sería contarles a nuestros nietos la historia de cómo nos habíamos conocido. Era un hombre aparentemente enamorado y no lo ocultaba. A mí me costaba soltarme del todo, creerle, ya que no es sencillo discernir si es real o no cuando las cosas marchan tan pero tan bien.
Con el correr de los días de ese verano logré enamorarme completamente de él. Y cuanto más le demostraba mi amor, más lejos lo sentía. Él estaba pasando por un momento difícil ya que su ex novia, quien lo había maltratado mucho, según él, se casaba con otro. Y si bien él no quería ocupar un lugar en su vida, hubieron algunos meses en donde los fantasmas de esta mujer (palabra que él utilizó) lo atormentaban. Decidí ser paciente, entenderlo, apoyarlo en un momento difícil ya que ese hombre al que yo quería cuidar para siempre, había sufrido mucho, y creí que era tiempo de AGUANTAR algunas cosas, por el bien de ambos. Entonces había momentos en donde no podíamos tener relaciones sexuales porque su mente estaba en otro lado. No fueron muchas veces, pero creí que parte de querer a alguien era también ayudar a combatir sus demonios pasados. ESE FUE MI PRIMER ERROR.
Los días pasaban y él había cambiado mucho, el trabajo lo agobiaba, no tenía deseos de estar con nadie y me contaba que solamente yo lograba llamarle la atención en todo ese mundo de cosas feas que lo rodeaban. Las salidas se reducían a que yo lo visitaba en su casa los sábados (porque en la semana estaba muy complicado de tiempo) y realmente yo lo hacía con gusto, yo amaba a ese hombre que tanto había sufrido, aunque nunca llegó a contarme puntualmente qué era lo que le habían hecho para transformarlo en alguien así. Todos los sábados durante muchos meses yo iba a su casa, feliz, porque creía que en algún momento el malestar en su vida iba a pasar y por esas certezas baratas que tenemos las mujeres de creer que un hombre puede cambiar y que solo necesita amor, etc., tomé el mando de esa batalla y me dispuse a vencer sus demonios.
Nunca necesité grandes escenarios para estar cómoda con él, tenemos gustos muy parecidos y yo soy una persona sencilla, con lo cual el plan de ver una película en su casa todos los sábados para mí era tiempo valioso al lado del hombre querido. Esa teoría no me duró demasiado tiempo, y empecé a pasar facturas cuando creí que tenía el derecho a hacerlo.
Traté de entenderlo en todo, traté de amoldarme cuando surgió un nuevo fantasma “no le gustaba que lo toquen”. Con lo cual el contacto físico se reducía a mimos cuando el tenía disponibilidad, y sexo cuando terminaba cada película que veíamos en su proyector cada sábado. Durante la semana yo hacía el esfuerzo de seguir siendo una persona que no era, y me amoldaba a sus ganas. Los días en los que estaba de humor había mensajes y mails muy lindos que siempre voy a recordar. No había llamados, no sé por qué pero era una condición más para estar a su lado, no romperle demasiado las pelotas.
Yo no dudaba de su fidelidad, lo peor de todo es que tengo la seguridad de que mientras estuvo conmigo jamás pensó en estar con otra persona. Digo que es lo peor de todo, porque con el tiempo me di cuenta que este hombre es ASI sin muchas más explicaciones, no había terceras en discordia, el ERA ASI.
Para resumir más de dos años de esta historia puedo decir que jamás me saludó para mis cumpleaños, que en cada uno de sus cumpleaños siempre hubo algo que hice mal y merecí su desprecio. Como querer verlo ese día, o querer acercarle un regalo, para él era “romperle las pelotas” porque para él era un día mas.
En los dos viajes que hicimos juntos volvimos peleados. En el primero, se le ocurrió volver a enamorarse perdidamente de mí en La Paloma, Uruguay, y hablaba de hijos y de nietos, pero en el viaje de vuelta se le ocurrió inventar que yo lo había hecho seguir con un investigador privado. Todas estas conjeturas las sacó oyendo que por teléfono yo dije la palabra FOTO conversando con un compañero de trabajo. En el segundo viaje, que propuse yo, estuvo completamente ausente, pasaba las noches despierto jugando con si celular de última generación mientras a mi me vencía el sueño, y ya no me daba el cuerpo para hacerle compañía en su raro entretenimiento. Llore a escondidas todos los días que duró el viaje, y entendí que ese hombre nunca estuvo ni estará conmigo cuando desayunando juntos me preguntó porqué no retomaba mis estudios universitarios, y le conté que no me alcanzaba la plata, ya que trabajando todo el día y manteniendo mi casa más la materna me era imposible, entonces me dijo que no me preocupe, que yo era brillante y que cuando conociese al hombre indicado, ese hombre me iba a ayudar y yo podría volver a estudiar.
Mentiría si dijese que el me hizo algo que yo no estaba dispuesta a permitir o si lo condenase como una mala persona. Muchas veces fui hiriente con él, cuando ya no soportaba tanto desprecio me enojaba y le mandaba mails con palabras hirientes. Entonces se enojaba y me ignoraba por varios meses. Mientras yo me dedicaba a recuperarlo, a pedirle perdón por haber desobedecido o por haber reaccionado mal. Siempre volvía, siempre volvíamos.
La culpa de haber tenido una reacción furiosa ante sus incesantes humillaciones, no me permitía ver que nos estábamos haciendo demasiado mal. Me culpaba y me convertía una vez mas en alguien sumiso, en una mujer sin voluntad, y volvía al circulo vicioso de esperar sus mensajes, sus días disponibles, sus ganas de tener relaciones, soportaba que me deje plantada 10 minutos antes de la hora programada, permití que haga de mi lo que le plazca.
Yo tenía todas los indicios de que este hombre no me amaba, pero así y todo, me aferré a la nada misma y me convencí de que yo iba a recuperar al hombre tierno, amoroso y normal que había conocido una vez, y que tan sólo con mirarme me hacia feliz.
Hace un par de meses volvió. Volvió asumiendo que me usó, que me hizo mucho mal, y prometiendo que si yo no volvía a enojarme con él y a decirle cosas feas, el podría intentarlo de nuevo.
Es muy difícil comer mierda sin que te quede un gusto feo en la boca, con lo cual ante los primeros indicios de que este hombre pretendía que yo vaya de madrugada a su casa a ser su geisha, mi cabeza dijo basta y nos separamos una vez más.
El me dice que yo lo obligo a ser un hijo de puta y que necesito sufrir para reorientarme, que tal vez en algunos años yo pueda estar bien, pero que por el momento no queda nada entre nosotros. Se encargó de contarme que está conociendo a alguien, que según él lo trata como corresponde y que no me quiere, que me odia, que desea con todas sus fuerzas que yo desaparezca de esta tierra.
Pasé por muchísimas cosas con y por él. Las consecuencias fueron tres sesiones semanales de terapia. Para tratar de entender por qué me someto a hombres maltratadores. Por qué no puedo hacer lo que haría una mujer normal y que se quiera y se cuide y huir ante el primer síntoma de maltrato.

Hoy paso mis días rodeada del amor incondicional que me da “Lupita”, mi perrita de cinco meses, y sueño con conocer a un hombre bueno y que me quiera. Sé que cometí muchos errores con Gabriel, y el mayor de ellos fue hacer oídos sordos al primer indicio de que este hombre tenia serios problemas. La primera vez que tuvimos relaciones sexuales, a una semana de haberme hecho un aborto, como ya lo he contado en el capitulo anterior, terminamos de hacer el amor y me dijo “ vos sos medio milanesas con papas fritas no?” Tal vez mi falta de hazañas sexuales en el primer encuentro lo llevaron a convencerse de que yo realmente era un pedazo de carne, al que había que comer o tirar. Y eso es lo que hizo. Y eso es lo que yo permití que haga.

El no es una mala persona, y si bien conmigo fue un verdadero hijo de puta, deseo que este donde este solo le pasen cosas buenas y sus días se pueblen solo de sonrisas. Le pido a Dios que lo ayude y que a mi no me desampare.
Puedo ser una milanesa con papas fritas, pero al menos hoy elijo quien me come y quien no. Antes no podía. Hoy sí.

A veces el final feliz sos vos sola, juntando los pedazos y empezando de nuevo.


sábado, 21 de mayo de 2011

¿Qué desea una mujer de un hombre?


A los 16 años

1. Que sea lindo.
2. Que tenga auto (o moto).
3. Que le importe.

A los 21 años

1. Buen mozo.
2. Encantador y educado.
3. Financieramente exitoso.
4. Dulce y comprensivo.
5. Inteligente.
6. Atlético.
7. Que vista con estilo.
8. Que aprecie las mejores cosas de la vida.
9. Lleno de sorpresas.
10. Que sea un amante imaginativo y romántico.

A los 32 años

1. Que se vea decente, preferentemente con pelo.
2. Que me abra la puerta del auto, y sostenga la silla para que me siente.
3. Que tenga suficiente dinero para una linda cena.
4. Que se ría de mis chistes.
5. Que me cargue las bolsas de verduras.
6. Que tenga al menos un traje.
7. Que aprecie una buena comida casera.
8. Que recuerde los cumpleaños y aniversarios.
9. Que quiera hacer el amor al menos una vez por semana.
10. Que se bañe.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Con la luz bien apagada.



Sus hijas, de 13 y 17 años, dormían en la habitación de al lado. Por por primera vez después de 20 años de casada, ella, con una caricia de su mano fría, temblorosa e insegura lo buscó.

Fue una noche cualquiera en la intimidad de su cuarto, a él, su marido ... su hombre?! En fin, a él que le robó su brillante (así llamaba su abuela a la vagina).
Él su amor, su esposo, su gordito le dijo: "¿Qué te pasa, sos puta?
Ahí nomás, en ese mismo instante sus sueños de mujer, su castillito interno se derrumbó sintiéndose completamente anulada, destrozada y aniquilada. Por él, por su marido, por su amor, por su gordito.
Como un relámpago incontrolable las palabras oscuras de su madre invadieron sus pensamientos: "Vos, hija, sólo abrite de piernas, nada de caricias y mucho menos gemidos. Vos, nada, quietita y con la luz bien apagada".

Gracias Celina por la historia.

Que los ruidos te perforen los dientes...


Que los ruidos te perforen los dientes, 
como una lima de dentista,

y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte
ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un madero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor",
digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni por un solo instante,
de lamerle la cerradura.


Oliverio Girondo


martes, 17 de mayo de 2011

Con polilla no se jode !

Acá nos llegó otra historia. Como no tenía título me tomé el atrevimiento de inventarlo.  Gracias Polilla por esa adrenalina y ese coraje.  






Se podría decir que soy una mina de decisiones rápidas, impulsiva, jugada, intensa, …

Si la vida fuera un bingo yo ya hubiera completado todos los porotos del cartón. Yo!!! Grita mi alma cuando algo me gusta y allá voy!
En el caso de mi primer amor fue diferente, fui yo la que fue elegida, andaba por la vida desprevenida y tranquila cuando el príncipe se acercó. Al principio, no le daba mucho crédito, digamos que me dejé llevar por las circunstancias, si me llamaba yo lo llamaba y si quería verme decía sencillamente que sí. Cero ansiedad, cero.
Claro! no sabía lo que era el amor, ese elixir adictivo que a veces se puede volver amargo.
Él era un chico muy interesante, a sus 22 años ya había viajado por varios países y tenía una visión interesante de las cosas y de la vida. Su familia bien posicionada económicamente había invertido muy bien en su educación.
Las cosas entre nosotros se fueron dando bastante bien, salíamos mucho a pasear, nos divertíamos muchísimo y a pesar de estudiar en distintas facultades, también compartíamos algunas tardes de estudio. Por supuesto con él fue mi primera vez y la química era perfecta. A la distancia el recuerdo sería cada vez más lindo si no fuera por como terminó.
Cuando estábamos por cumplir el segundo año de novios, lo empecé a notar un tanto diferente, algunas veces lo veía preocupado, algunos viernes se sentía mal y no quería salir. Sus reuniones con la gente de su facultad se habían hecho más frecuentes y yo percibía algo raro y estaba un poco celosa de una de sus compañeras de facultad.
Más que intuición femenina, creo que fueron visionarios cuernos inalámbricos! jajaja   Una tarde mientras hacía tiempo en la facultad para entrar a una clase pensé…esta duda que me carcome puede ser descifrada hoy mismo!
Tomé un taxi y me fui a la puerta de la sede de su facultad donde yo sabía que el cursaba ese día. Me paré atrás de un teléfono público y espere una media hora.
Al rato lo comprobé, él venía caminando de la mano con ella, su compañera de facultad que tanto frecuentaba.
Salí de atrás del teléfono y ellos me miraron sorprendidos. Ella se puso pálida y entró al edificio de la facultad. Él me dijo fríamente Qué haces acá?  y yo le respondí que quería hablar. Llego tarde a estadística me contestó y se metió al edificio dejándome ahí. Paradita en la vereda, llena de impotencia, dolor, desolación, angustia, tristeza y……….resentimiento!!
Me fui caminando unas cuadras y vi su auto estacionado al pocos metros de una ferretería. El dolor, la impotencia y la locura me habían cegado. Entré al local y el vendedor amablemente me preguntó qué necesitaba. Una lata chica de pintura sintética negra le conteste. El hombre  rápidamente me la trae y le pido si me ayuda a entreabrir la tapa. Le pago y me voy.
Me latía el corazón, se me caían las lágrimas, me temblaba el pulso.
El mundo desapareció,  sólo estaba yo con la lata en la mano, mis sentimientos destrozados, y su auto azul. Fue una catarsis. No me importó si me miraban, no me importó la gente, no me importó lo mucho que el cuidaba su auto.
Tire la lata de pintura encima del techo, la pintura comenzó a desparramarse rápidamente.
Sentí como si esa pintura hubiera salido desde el fondo de mi alma expulsada por la desilusión que provoca el engaño más imperdonable, el engaño de mi primer amor.
Polilla




domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 1: Dr G por Victoria

Amigas, ya nos llegó la primera historia. Es fuerte y si bien no sabemos cómo terminó, confieso que me llenó de esperanzas. Ir al médico también puede ser un camino a la felicidad. Después les cuento si tengo suerte, el miércoles tengo turno con el odontólogo ! Besos y que la disfruten. 

El noviazgo con Nano parecía una broma, este chico 3 años menor que yo, claramente no me amaba. No son conjeturas, no estoy atando cabos, claramente Nano me informó que ya no me amaba, en un momento muy difícil para mí, no usaré la palabra inoportuno, ya que no creo que haya momento propicio para ningún ser humano, para oir que ya no se es amado.
La relación tambaleaba entre sus grandes ausencias y mis reproches. Desde hacía muchos años tenía claros síntomas de no poder respirar, me costaba que el aire llegue desde mi nariz a los pulmones, tenía las amígdalas del tamaño de un Bon o Bon y las anginas me visitaban una vez por mes. Era una etapa de mi vida en la que había decidido comenzar a cuidarme, ya que sin darme cuenta dejé de hacerlo en muchos aspectos . Me senté frente a la computadora de mi trabajo, en una de esas tardes donde no había mucho por hacer, e ingresé en la pagina web de mi prepaga.  Busqué un otorrinolaringologo que tenga su consultorio cerca de mi casa. Por esas cosas que tenemos las personas que no vivimos en Capital Federal ni tenemos auto, busqué mi primera opción con la comodidad de la cercanía. Llamé por teléfono y pedí turno para ese mismo día. Fui a mi consulta, abrí grande la boca como el doctor que no recuerdo como se llama me indicó, y sin mediar pregunta alguna me dijo “te voy a operar , esas amígdalas con enormes y no sirven para nada”…me dio miedo, tuve muchas dudas pero no me animé a preguntar en que consistía la cirugía, salí de su consultorio con la sensación de que ese octogenario que no me preguntó cómo me llamaba ni cuáles eran mis síntomas, había decidido tomar un bisturí y extraer una parte de mi cuerpo que no servía para nada y que sólo me traía problemas. Nunca más volví a su consultorio, no me inspiró ningún sentimiento más que incertidumbre, y eso de estar anestesiada y a merced de un médico en el cual no confiaba, me llevaba directamente al momento en el que me hice un aborto, con un médico que aseguraba tener titulo de tal, pero que demostraba sin vergüenza alguna que no sólo se dedicaba a detener embarazos, sino que disfrutaba hacerlo, lo hacia con la rapidez y la importancia que uno le da a un tramite de rutina, y todo eso lo condimentaba con frases de viejo pervertido que confirmaban que a ese hombre no le importaba mi vida en lo mas mínimo.
No tenia intenciones de morirme en esa etapa de mi vida, con lo cual, la confianza en el médico era parte fundamental a la hora de entregarme a otra anestesia total. Juré no volver a exponerme a situaciones en las que me encuentre rezando por mi vida, estaba completamente segura de que el resto de los sucesos que acontecieran en mi vida iban a ser difíciles pero naturales, yo ya no estaba dispuesta a rezar para no morirme en una camilla.
Decidí volver a buscar en la pagina web de mi cartilla médica, otro lugar, otro doctor, y encontré un centro especializado en otorrinolaringología.  Así fue que llamé por teléfono, pedí un turno y me dieron una fecha de consulta. Me pareció propicio ir a un lugar especialmente dedicado a los temas que me afectaban, así que una tarde de septiembre del 2008 me dirigí al lugar que me indicó la recepcionista telefónicamente, a la hora del turno programado.
El lugar era agradable, los consultorios se encontraban en el subsuelo, nunca me gustaron los subsuelos, pero había varias personas y el lugar no me desagradó así que aguardé mi turno, pensando en cualquier cosa, llenando el tiempo respondiendo mails de trabajo desde mi teléfono, hasta que una puerta se abrió y alguien dijo mi apellido.
Esa voz, fuerte, clara, rotunda, contundente, pero agradable, me invitó a pasar, me saludó con un beso, me pidió amablemente que me sentara frente a él y le contara qué me pasaba.  Era un hombre joven, calculé que tendría no más de 6 u 8 años más que yo, también calculé que estaba casado, que tenía hijos, que no fumaba y que amaba su profesión. Todo eso en pocos segundos, mientras me senté frente a él y le conté de mis dificultades para respirar, para dormir, de mis dolores de garganta casi permanentes, él me escuchaba atento. Creo que esa era la primera vez en mi vida en la que un hombre me preguntaba “qué me pasaba”, la pregunta por un momento me llevó a pensar en lo mal que estaba mi relación con el que era mi novio en ese momento, y en las muchas cosas que a mi me pasaban y que nadie me preguntaba. Me pidió que me recostara en su camilla para revisar mi garganta, pero lo dijo de una manera en la que mi vulnerabilidad comenzó a darle patadas a mi corazón. Este médico era diferente, me dio vergüenza abrir grande la boca y sacar la lengua, y mi mente iba a lugares inesperados con cada frase de él, no me dijo que me iba a revisar, me dijo “quiero verte”, y otra vez pensé en mi novio al que casi había que mandarle una carta documento para verlo, caí en la cuenta de las pocas veces en mi vida que un hombre me había dicho “quiero verte” . Mientras el hacia su trabajo sin hacerme ningún comentario, yo trataba de racionalizar, y pensaba entre otras cosas, “que sola estoy”, “ tengo que empezar terapia” , “ voy a hablar con Mariano para ver como podemos mejorar las cosas”, “me habré depilado bien el bozo?” no quería que este médico notara algún indicio de mala depilación, que me importaba, pensé después, él debe ver cosas peores a diario y seguramente llega a su casa cansado de su día laboral a retozar con su hermosa esposa y a jugar con sus hijos. Pensé todo eso y más, hasta que la realidad me encontró sentada nuevamente frente a él, escritorio de por medio: me indicó una serie de estudios necesarios para determinar exactamente mi problema. Cumplí con los exámenes que me había indicado, pedí un nuevo turno y allí fui, pero esta vez con la seguridad de la perfección depilatoria, traté de arreglarme para que pensara que mi rutina era estar maquillada y perfectamente peinada, pero lo cierto es que antes de salir de mi oficina, corrí al baño a tratar de maquillar mi tristeza. Me gustaba el médico? Si, me gustaba, clara y definitivamente me gustaba ese hombre que parecía tener a flor de labios cada frase que yo rogaba de otros. Esto es normal, pensé, el es un hombre joven y lindo, es un profesional, esto no es más que el síndrome del guardapolvo, que no padecí con el médico anterior, porque podría haber sido mi abuelo.
Volví a ese subsuelo que ya empezaba a gustarme, y en el cual escuchaba a un séquito de señoras hablar maravillas del médico que teníamos en común, mi turno no llegaba, pero en compensación, el doctor G, abrió la puerta de su consultorio para llamar a su siguiente paciente, me miró y me guiñó el ojo izquierdo. Lo saludé con la mano, y me sentí una estúpida, no saludaba con la mano a alguien desde mis cinco años, cuando veía pasar un avión y le gritaba “chau, chaaau” mientras agitaba mi mano, automáticamente empecé a retarme en silencio “ Victoria, qué te pasa?” “ como lo vas a saludar así” , quedaste como una idiota”, “se habrá dado cuenta que me gusta?”, “Dios, me quiero ir, me voy? No, me tengo que quedar, ya que me hice los estudios, además ya me vio, me guiñó el ojo izquierdo y ya lo saludé agitando la mano.Que tarada, que mujer de 28 años saluda agitando la mano?”, “no hay muchas personas que tengan la capacidad de guiñar el ojo izquierdo así como el derecho, yo no puedo, yo sólo guiño el ojo derecho de manera canchera, a ver…” y empecé a practicar mis guiños bioculares, cuando su voz nombrando mi apellido me despertó del delirio adolescente. Entré a su consultorio con el claro objetivo de ver su mano izquierda, debía comprobar si este hombre estaba casado, para qué, por qué, de curiosa, por soledad, por el síndrome del guardapolvo, me justificaba mientras recorría con la vista su enorme mano carente de anillos. La misma voz con la que me reté por saludarlo con la mano cual criatura de jardín de infantes, vino a mi cerebro a decirme “es cirujano, tonta, si es que esta casado, seguramente se saca el anillo para operar”. Él analizaba mis estudios, me preguntaba cómo estaba, y yo le respondía breve y avergonzada, para no distraerme de la difícil tarea de buscar indicios de matrimonio en esa mano, y en ese consultorio. “Te voy a operar el 26 de noviembre, te parece bien?”, ¿me vas a operar vos?, “ si, pero si no querés te puede operar otro médico”…que respuesta de mierda, pensé. Pero automáticamente le respondí “no, está bien, al contrario, me da confianza que me operes vos”, me hizo una serie de preguntas de rutina y  me reviso minuciosamente la postura del tabique. Ahí estaba yo, a 3 centímetros de la cara de este hombre que había llegado a plantar una bandera en mi cerebro con la leyenda “me encanta”, nerviosa, avergonzada, sin mirarlo, haciendo un gran esfuerzo para no mirarlo, respondiendo a sus preguntas con el poco aire que tenía ya que por alguna razón cuando se acercaba a mi yo sostenía el aire, como si al exhalar salieran a la luz mis verdaderos sentimientos. Volví a insultarme en silencio, pero esta vez no me reprendí todo el camino de vuelta, esta vez salí sonriendo, eufórica, pensando en los ojos de ese hombre, y aforrándome una vez más a una idea que seguramente el tiempo iba a desbaratar, pero quien me quitaba lo bailado? Me iba a dar el gusto de sentirme feliz, porque ese hombre me gustaba, por primera vez en los 2 años que estuve junto a Mariano miré a otro hombre, y me gustó, vino a mi mente una certeza de esas que creo que me manda algún pariente muerto que me cuida desde el cielo, porque no había nada, que indique que yo estaba en lo cierto, no había ningún indicio que defendiese mi teoría, no había una sola palabra que este hombre haya dicho que no fuese meramente profesional, solamente me atreví a mirarlo a los ojos unos segundos, me compré 100 gramos de autoestima y decreté: “ YO TAMBIEN LE GUSTO” No tenía una sola razón para afirmarlo, pero era una certeza que al menos por los próximos minutos me hizo caminar por la calle sin sentir las piernas. Vieron que cuando uno se siente triunfal no siente el peso de su propio cuerpo? Sentía que levitaba, era como que una alfombra voladora me llevaba hasta la estación de Once a tomar el tren de regreso a mi casa, no había manera de que dejase de mostrar los dientes por la calle, sonreí toda esa tarde, toda esa noche y los días que siguieron.
Al salir de su consultorio, intente volver a mi realidad y bajarme de la alfombra voladora, y llamé por teléfono a quien en ese entonces era mi novio, le conté cuando me operaban y le dio la misma importancia que yo le doy al estudio del apareamiento de cebras en Honolulú, no mucha.
Así pasaron los días, fuimos con mi mamá a la consulta previa a la cirugía, en donde se exigía que fuese acompañada de quien me iba a cuidar en el post operatorio, conversamos, no hubo nada de romance en mi cerebro porque estaba mi madre presente, entonces fue una consulta de rutina en la que se me informaron los detalles del día de la operación y se me dieron indicaciones especificas de ayuno e higiene corporal con un jabón especial que aún conservo como un tesoro. Al salir del consultorio del doctor G, mi madre dijo solo dos frases. Mi madre no sabe demasiado de romances modernos, ni de hombres ni de médicos, pero si conoce a las personas y rara vez se equivoca en las pocas veces que hace un juicio. Me dijo : “debe ser del interior del país este muchacho por lo educado y amable. Además le gustas mucho”
“LE GUSTAS MUCHO”, alguien más en el mundo se unía a mi ejército del amor imposible y formaba filas de batalla afirmando que yo le gustaba mucho a ese hombre que sin saberlo me tatuó una sonrisa ridícula durante los días que siguieron. Mi inseguridad y mi falta de confianza en temas amorosos con mi madre me obligaron a desbaratar su teoría, diciendo ”por favor mamá! Es solo un buen médico simpático, nada más”…hasta me defendí diciendo “trata igual de bien a todos, las viejitas lo aman” y mi madre sonrió y con la sabiduría que caracteriza a las madres cuando nos llevan tanta vida de ventaja, fingió derrota diciendo “ bueno, como vos digas”
Llegó el día de la operación. Esa mañana tuve que hacer esfuerzos para disimular mi euforia. Pero iba a someterme a una cirugía, quien iba a imaginar que mis incesantes idas al baño de la habitación del sanatorio se debían a algo más que nervios pre quirúrgicos. Nadie podría imaginar que yo estaba frente al espejo acomodándome una cofia común y corriente, como si fuese una linda boinita francesa, mientras me hacia múltiples enjuagues bucales con un producto de higiene dental? Yo quería que el doctor me vea linda y limpia. Ya que ese hombre iba a verme por dentro yo quería que notase mi ausencia de caries, mi aroma a menta fresca y mi cofia estilo francés, que la enfermera se encargó de enderezar en cuanto vino a buscarme para entrar a quirófano. Previo a ese momento vino un médico vestido con ambo violeta, que por el sólo hecho de llevar puesto un ambo de ese color me cayó simpático. No me equivoqué al juzgarlo ya q fue muy simpático, miró mis estudios pre quirúrgicos, y sonrisa de por medio afirmó : ¿Vos sos haces deporte verdad? Sí, le respondí, mintiéndose en la cara, a quien meses más tarde me enteré que se llamaba Manuel, que era un anestesiólogo muy bueno, y un mejor hombre aún. Tuve el placer de oírlo tocar la guitarra y cantar temas de Silvio Rodríguez con una voz tan tierna como su alma. Hubiese dado todo por presentarle una a una a todas mis amigas para que Manuel se casase con alguna de ellas. Pero el destino no se equivoca y Manuel encontró a su amor sin que yo intervenga. Hoy es padre de un hermoso bebé y aunque nunca mas volví a hablar con él, luego de la noche que compartimos en la casa del Doctor G, me encargué de averiguar que ese hombre tiene la felicidad que merece. No muchas veces me cruzo con gente que no disimula que conoce claramente el significado de la ternura, Manuel es una de esas personas, y me alegra que esté muy feliz, dondequiera que esté.
Volviendo al momento de mi entrada a quirófano, Manuel, de quien ya les hablé en detalle, me preparó junto con una enfermera muy amable, y me preguntó si me gustaba la playa, le sonreí y le dije que sí, entonces me invitó a que cierre los ojos y me vaya de paseo a la playa mas hermosa. Yo estaba casi lista para emprender mi viaje hacia el mar, pero me faltaba alguien, no había visto a MI doctor. El doctor G no había aparecido y yo ya estaba en el mar.
Lo primero que vi al despertarme fue la cara del Doctor G frente a mí, hablándome suavemente y diciéndome que la operación había salido muy bien y que me iba a alzar en brazos para pasarme a una camilla que me llevaría directo a mi habitación a descansar. Mi reciente estado de anestesia total no permitió que me quitase la vergüenza ante los hombres que me acompaña desde hace algunos años, y no permití que me levante en sus brazos, lamentando al mismo tiempo mi actitud soberbia, pero sin dar indicios de lamento alguno, tomé fuerzas y yo misma, semi drogada me pasé a la camilla.
Al llegar a la habitación no se me permitía hablar, pero alcancé a decir “quiero ver a mi mamá” y al instante apareció como el ángel que siempre fue, mi vieja, para calmar el llanto en el que rompí. La anestesia provoca esa sensación de angustia, me contó mucho tiempo después, el Doctor G, pero en ese momento, no lloraba por la anestesia, lloraba porque el cuerpo me pedía a gritos abrazar a mi mamá. No había nadie mas en el mundo capaz de completarme en ese momento, solo mi madre. Días después entendí el porque de mi angustia, el porque de mi llanto desgarrador, el porque de mi post operatorio tan doloroso, el porque de mis irrefrenables ganas de comer, aunque mi garganta no permitía que pasase por ella ningún sólido, no había ley en ese momento que me detenga ante mis ataques de hambruna, y me despertaba a la madrugada durante los días de mi recuperación en casa, a comer chicitos, se deshacían en mi boca y calmaban a mi demonio interno que sufría de dolor post operatorio, pero más sufría por no satisfacer el hambre voraz que brotaba de mi vientre, literalmente.
El día de la cirugía, vi muy poco al Doctor G, vino a ver como estaba, solo unos minutos, y me dijo que si necesitaba algo que lo llamase por teléfono. ¿A qué teléfono? pensé yo, si este hombre me hubiese dado su teléfono yo estaría saltando en una pata, semi anestesiada y todo. Pero preferí no contradecirlo, se lo veía muy apurado y opté por ser obediente, casi presagiando lo que posteriormente fue mi noviazgo con el Doctor G, que en menos de un mes, ya se había convertido en Gabo.

Los días pasaban y yo llevaba no muy bien mi recuperación, tuve que volver a visitar el lugar en donde me operaron tres veces más, de urgencia, porque la sangre no quería dejar de brotar de mi reciente nariz. En ninguna de mis visitas obligadas tuve la suerte de ver a mi doctor, me informaron que estaba en un congreso y que estaría de regreso una semana después. Me consolé sabiendo que volvería a verlo. No estaba pensando con claridad. De hecho, no estaba pensando, estaba sintiendo, y el mundo se había convertido en un lugar donde solo había espacio para la ilusión de volver a ver a ese hombre, del q claramente ya no me podía olvidar.
La realidad indicaba que yo estaba de novia, pero como todos los cabos sueltos, la vida se encarga de atarlos en algún momento, mi novio hasta ese entonces, Nano, se encargó de acompañarme lo justo y necesario en mi recuperación y días después decidió terminar con la relación.
No quería quedarme sola, sabía que ese no era el momento en el que yo tuviese ganas de estar sola, estaba confundida y había en mi mil sensaciones que no podía explicar. Traté de retener a Mariano, pero claramente me informó que ya no me amaba, entonces solo hubo lugar para empezar a soltarlo. Yo no estaba triste porque ya no iba a ver mas a Mariano, estaba simplemente triste porque no quería sentirme abandonada, nadie está preparado para eso, pero aun así, mi confusión crecía al igual que mis ganas de comer.
A mediados de Diciembre, una mañana de sábado, me dispuse a esperar a mi amiga, con quien habíamos acordado un día antes una cita con una vidente barrial. Una vieja que habitaba una casa llena de cosas, parecía que cada mueble estaba destinado a soportar el peso de todos los recuerdos plasmados en papel, pertenecientes a la vidente llamada Teresa. Como las cuentas no me cerraban, el día antes, o sea el Viernes, tuve la maravillosa idea de pasar por una farmacia y comprar un test de embarazo, con la confianza absurda que tiene toda persona que carece de memoria y de cuidados, yo estaba segura de que el resultado sería negativo, pero quería verlo impreso en una tirita reactiva.
El resultado fue, obviamente, positivo. Yo no estaba siendo cuidadosa en ningún aspecto de mi vida hasta ese entonces y si bien siempre me caractericé por ser monógama, también entre mis cualidades se encuentra la estupidez. Sentí que el mundo había girado muchas veces en un solo segundo. Mi vida había cambiado por completo. Yo no podía estar embarazada de un hombre que no me amaba, al cual yo no amaba. No cabía en mi cerebro otra idea mas que llorar desesperadamente y rogar por un milagro, un mal calculo, una falla en el test, un guiño de la vida que me demuestre que ese era solo un susto y que esa mañana no iba a cambiar el resto de mi vida.
Tomé el teléfono y antes que a mi novio, llamé a mi amiga. Le conté a gritos y llantos lo que me estaba pasando y en menos de media hora estuvo al lado mio para acompañarme. Acto seguido, llamé al padre de la criatura, por llamarlo de la única manera que se me ocurre, y le conté con la misma desesperación que a mi amiga, que estaba embarazada. El, con la calma que lo caracteriza me dijo que me tranquilizase, que íbamos a hacer lo que yo quisiese y que lo espere en mi casa que el vendría a verme para que hablemos.
Yo estaba decidida a no ser madre sino hasta que me sienta preparada, y durante muchos años sostuve y sostengo que los hijos deben ser traídos al mundo producto del amor, o al menos en un ambiente sano que amerite una nueva vida en este mundo. Sé que muchísimas personas pueden juzgarme y dar mil motivos para demostrar que es un error evitar un nacimiento. Realmente estoy convencida desde mis dieciséis años, que mi cuerpo es mio y solo yo tengo derecho sobre él.
Yo no quería ser madre en ese momento. No estaba preparada en ningún aspecto. A duras penas mantenía mi departamento y ayudaba en lo que podía a mi madre. Si bien podrán decir que los bebés vienen con un pan bajo el brazo, yo trato de pensar que era solo un embrión de menos de un mes, al que elegí no convertir en bebé, ni en humano, ni en mi hijo, ni en nada real. Fue mi decisión y no me lamento por ella. No estaba y no estoy dispuesta a traer al mundo a alguien a quien no tenga la certeza de desear. Quiero que si la vida me da una nueva oportunidad y si tengo la chance de convertirme en la madre de Guadalupe (así se va a llamar mi primera hija y si es nene y hay un padre presente, que ojalá así sea, le daré el honor de elegir el nombre masculino) mi primera reacción sea una sonrisa. Mas allá de los miedos que me invadan posteriormente, estoy convencida de que todo lo que me sorprenda sonriente, puedo llevarlo a cabo.
Esa mañana y con la noticia del embarazo, seguimos con lo pactado, y con mi amiga fuimos a visitar a esta pseudo vidente. Me sorprendió que esta mujer que hablaba de estupideces y que no me generaba ni la mas mínima confianza me advirtiera que yo iba a tener mucho que ver con un hombre relacionado con “garganta, nariz y oído”. De todas maneras mi estadía en esa sesión con la semi bruja fue etérea. Yo no estaba presente en ese momento, mi cuerpo estaba ahí, pero mi mente y mi alma estaban en otro ámbito, el cual no puedo describir con claridad, solo recuerdo que tenia la sensación de levitar, o sea de haber desprendido mis pies de la tierra. No era una manifestación mística ni mucho menos, era la desesperación que me brotaba desde los talones y me hacia desear milagros. Que se detuviese el tiempo, que aparezca un genio a concederme mi deseo mas profundo ese día, que eso no me esté pasando a mí.
No voy a ahondar en los detalles de cómo solucionamos el tema con Nano, solamente basta con decir que ese día lo esperé toda la tarde y apareció por la noche, contándome que para relajarse y evitar los terribles nervios de la situación, había decidido pasar el día en la pileta del club con sus amigos. Una voz muy clara dentro de mi me recordaba lo bien que hacia yo al no querer tener un hijo de ese chico. Nunca mas pude ver a Mariano como a un hombre, era y es un chico y yo no quería ser la madre de un chico de otro chico.
Para navidad ya habíamos solucionado el problema, no teníamos mucha plata ninguno de los dos, así que tuvimos que esperar a que yo cobrase mi aguinaldo para poder hacerme cargo del tema.
Los días siguientes ya recuperada casi por completo de mi operación de nariz, fui a mi última consulta con el Doctor G. Previamente, tuve la precaución de buscarlo en Internet y descubrí que estaba en Facebook, la red social por excelencia en el año 2008. Sin dudarlo lo agregué como amigo, me aceptó, y a los pocos días yo cambié en mis datos personales el estado civil de “comprometida” a “soltera”.
Los días que siguieron no fueron nada buenos, un llamado telefónico me despertó con la noticia de que mi madre había tenido un pre infarto en la calle y que estaba en el Hospital de Morón. Llegué a ver a mi madre con la mayor velocidad que mi desesperación me permitió, y luego de dos días de un gran susto, mi madre volvió a su casa, con los cuidados que necesita una persona cardíaca, sin saber que lo era hasta ese entonces. Lo único que me importaba en la vida era no perder a mi mamá. Mi hermano y yo, solos como siempre, estuvimos juntos como pocas veces, acompañándola en esa dura prueba que la vida nos ponía.
Los días pasaron y sentí que Dios, a pesar de mis actos, seguía de mi lado. Mamá estaba casi bien, y con muchos cuidados podría volver a su vida normal. Mi hermano y yo recuperamos el aliento, pero nunca mas pude volver a estar desatenta a los detalles del día a día de mi madre.
Volví a mi vida normal, ya sin novio, ya sin embarazo y con una cita medica con el Doctor G, la ultima, por cierto luego de la operación.
Ese día pasé por una perfumera y le compré a mi entender el perfume mas rico del mundo, aunque tiempo después descubrí en su botiquín que no lo usaba, porque no le gustaba, aunque nunca me lo confesó y me pareció de esas mentiras casi tiernas que uno comete con la gente que no quiere herir.
Llegué a su consultorio, con un nuevo aspecto. Mi nariz había cambiado por completo, y aunque estaba un poco hinchada aun, era y es hermosa, natural, con el tamaño exacto, y lo mas importante era mía, me la había regalado él y ya no tenia que ver la nariz de mi padre cada vez que me miraba al espejo. Por primera vez amé mi nariz, luego de odiarla durante años por ser semi aguileña y grande, exactamente igual a la de mi padre. Gabriel me había operado de amígdalas, adenoides y tabique torcido, y como me había prometido intentó hacer los puntos de sutura de manera tal que la forma de mi nariz cambiase para siempre. Era la primera vez que yo estaba ante un hombre que me había cumplido una promesa, claramente desde ese momento Gabriel se convertiría en uno de los hombres mas importantes de mi vida.
Cumplí con el gesto de agradecerle su gran trabajo y el cumplimiento de su promesa, y aunque no tenia como pagar con dinero el milagro que sentí que ese hombre produjo en mi cara, le entregué el perfume y me dispuse a despedirme para siempre de ese maravilloso médico, rogando con todas las fibras de mi cuerpo que no me dejase ir, que diga ALGO que cambie el curso normal de las cosas, que haga algo que impida que ese sea nuestro ultimo encuentro, ahí fue entonces cuando comprobé que hay días en los que Dios me tiene como preferida, y Gabriel dijo las palabras de rutina: vi q en tu estado civil de Facebook no apareces mas como comprometida. Eso es definitivo? Me preguntó. Respondí que si aun antes de que terminase de formular su pregunta, y entonces me dijo si me podía invitar a tomar un café algún día. Respondí que si con la mayor convicción del mundo. Por primera vez en mi vida estaban sucediendo las cosas tal y como las soñaba.
Salí de su consultorio, levitando, obviamente, ya que cuando soy muy feliz no siento el peso de mis piernas, y me transporta una fuerza superior, una alfombra mágica, no era yo solamente la que caminaba, era Victoria, haciéndole honor a su nombre por primera vez en su vida.
No pude evitar enviarle un mensaje por Facebook ese mismo día, ya sin tapujos, diciéndole que él tenia la extraña capacidad de dejarme sonriendo aun varias horas después de haberlo visto, y que no sabia el motivo, pero que me encantaría averiguarlo. Me respondió ese mismo día, contándome que a el le pasaba algo parecido, y que esperaba ansioso el momento de llegar a su casa para ver en su computadora si había algún mensaje mio. Agregó, también, que cuando vio que mi estado civil en facebook era “comprometida” se quiso matar ( el siempre fue muy exagerado, de hecho somos tan parecidos que estamos destinados a sobredimensionar todo lo que tenga que ver con nosotros)
Ese día, empezó una nueva etapa en mi vida, ese día empecé a sentir cosas que jamas había sentido, ese día tuve la primera sensación de estar en el momento y lugar indicados, ese día, me enamoré de Gabriel.
Con el correr de los días y de los posts ya se iran enterando cómo logramos planear un futuro con hijos y nietos en un momento, y hoy ya no sabemos con certeza si el otro vive, ni con quien.

GRACIAS VICTORIA, ESPERAMOS EL RESTO PARA SABER QUÉ PASÓ CON EL OTORRINO

Facundo: La Mudanza

Como les conté ayer, las cosas con Facundo venían cada día peor. La realidad es que cuando una relación se termina muchas veces pensamos en la soledad, pero ignoramos que ya estamos solas. Lejos habían quedado los planes de casamiento e hijos, hablar de eso era lograr irritarlo.
Lo más loco es que al comienzo fue él quien estaba desesperado por formar una familia. En fin, la cuestión que una mañana entre café con leche y tostadas me dijo que ya no tenía la ilusión de formar una familia y que quizás lo mejor era que nos separemos. Saben qué me dijo después?
- "Me voy a trabajar, hablamos esta noche cuando vuelvo" - me dio un beso y se fue. 

No hubo noche!

Llamé por teléfono a mi vieja y ella muy canchera vino a mi casa con una valija. "Agarrá la ropa que uses habitualmente, vos esta noche no dormís acá" 
Y así fue como entre llantos y ataques de histeria me fui con lo puesto a dormir a lo de mi mamá. 
De ahí en más descubrí que a Facundo le corría gasoil por las venas. Me dio plata para ayudarme a pagar los gastos y los adelantos de un alquiler, me ofreció que me lleve el lavarropas y todo lo que quisiera. La mudanza la hice en cuanto conseguí dónde vivir. 
Jamás, ni por error, me llamó para decirme que me extrañaba ni para saber si estaba bien. De un plumazo me borró de su vida. 

Además de malos recuerdos, de esa relación me quedó un Ipod, un lavarropas y dos sesiones semanales con la psicóloga. 

sábado, 14 de mayo de 2011

Facundo


¿Por dónde empezar? Nada más acertado que por el comienzo, no?

La historia es así ...
Conocí a Facundo en octubre de 2009, trabaja en una de las empresas para las que trabajo. Al principio no me convencía, pero no la pasaba mal. Me llevaba a comer afuera, íbamos al cine y teníamos un fluido diálogo.  La realidad es que yo aún estaba medio dolida por una relación que se había terminado unos meses antes y pensaba a Facundo como una  buena compañía. Hasta que llegó el día de la declaración, lo que todas saben: que le gustaba y que quería besarme. Me dejé llevar, era lindo y no tenía nada para perder.
Ese día Facundo se convirtió en mi príncipe azul, pero no es una metáfora, realmente era el hombre soñado.
Me llamaba todos los días, nos veíamos cada noche al terminar la jornada laboral, me traía flores, me sorprendía con hermosos regalos, me mandaba mensajes de texto diciéndome cuánto me extrañaba, quería presentarme a todos sus amigos y no paraba de decirme cuánto me amaba.
Como era de esperarse, caí rendida a sus pies y juntos empezamos a soñar una vida en común y una familia.
Podrán decirme que me apuré y en algún punto tienen razón, pero estaba enamorada, tenía 33 años y creía haber encontrado al hombre de mis sueños.
A los cinco meses de conocernos ya estábamos viviendo juntos.
El primer año fue maravilloso, teníamos el mundo a nuestros pies, estábamos felices de tenernos el uno al otro, nada ni nadie podía interponerse a ese amor. Sin embargo, Facundo empezó a cambiar, se empezó a desteñir.
Primero fue el desgano, no tenía ganas de hacer nada juntos, sólo quería leer.
Después, se le fue el deseo. No me tocaba ni con un palo y cuándo yo intentaba acercarme y seducirlo un poco me expulsaba: "Estoy cansado", "No tengo ganas", "No me gusta que me busquen", "quiero leer".
Me daba vuelta y lloraba en silencio.
Siguió con actividades fuera de casa: yoga, fútbol, taller de esto y taller de lo otro. Yo no me opuse, siempre creí que las parejas debían tener sus espacios y eran cosas que a él le gustaban, pero ya no había un nosotros.
A esta altura, para no pecar de ingenua, les confieso que sí, obviamente pensé que estaba con otra, pero claro cuando estallaba él me lo negaba. La realidad es que nunca lo voy  a saber con certeza, pero la duda estaba.
Cuando yo le preguntaba qué le pasaba, que por qué estaba distante, que ya no hacíamos nada juntos o que ya casi no teníamos vida sexual, me contestaba: "Nada, no me pasa nada" o " No me pasa nada, pero no funciono bajo presión: si tengo que pensar en hacer algo para hacerte bien y no sale de mi es peor" o "lográs que todo lo que hago lo hago con culpa"
Odiaba esas respuestas porque me hacía causa de sus actos. Sin embargo, yo muy tonta me lo tomaba al pie de la letra y dejaba de preguntarle qué le pasaba. Empecé a hacer cursos para tener yo también otras actividades fuera de la casa, dejé de buscarlo sexualmente y empecé a sufrir en silencio.
La realidad es que yo podía hacer la vertical en medio del living que las cosas no iban a cambiar.
La cuestión es que la cosa llegó a su  fin: me fui de la casa y al mes hice la mudanza definitiva de mis cosas.
En el próximo post les cuento cómo fué ese final y en los siguientes les contaré qué conclusiones pude ir sacando y las etapas de separación que transité.