domingo, 26 de junio de 2011

Salir a bailar con los sapos. Por Polilla


                Sábado por la noche, sale una cena con amigos de amigos de amigos de amigos. No importa el como llegamos acá, estamos y hacemos presencia. Sonreímos, charlamos y pinta la cata de vinos, la música y de repente la charla con los no tan conocidos puede ser amena. Vencimos la timidez (je eso no nos cuesta mucho) vencimos el frio, la comodidad de lo conocido, los prejuicios y salimos nuevamente al ruedo, a conocer gente nueva y yo lo quiero destacar en este blog.
                Claramente no hay nada original en mi grupo de amigas que no pueda tener otro grupo de chicas de nuestra edad, todas hemos visto desteñirse a nuestros príncipes azules. Pero si hay algo positivo para destacar de este grupo es la capacidad de reflexión y acción. Ya no nos quedamos sentadas charlando sobre nuestras desilusiones ahora hemos decidido salir a bailar con los sapos otra vez. Y claro, no somos ingenuas, sabemos que si los besamos tal vez no se conviertan en príncipes pero la pasamos bien. Nadie nos quita lo bailado. Y la vida continua, y no importa lo que paso ayer, importa el hoy.  Y no nos paralizamos en la perdida.  Principalmente nos entregamos al desconcierto que nos trae esta ciudad de corazones rotos, porque seamos sinceras chicas, ellos también han sufrido y tal vez están haciendo el mismo duelo que nosotras y tal nadie tiene la vida resuelta y anda superado por la vida. Todos somos seres humanos queriendo ser felices, queriendo amar y ser amados.
Y otra reflexión que quiero elevar, nadie es igual que ayer, la evolución o involución de las personas es dinámica y el la vida es un transcurrir en donde lo importante es no paralizamos.   Salgamos a bailar con los sapos otra vez, nadie nos quita lo bailado, si no se convierten en príncipes chicas que bien que la pasamos!!
Las quiero mucho y arriba !!!
Polilla

lunes, 13 de junio de 2011

Así rezan las mujeres (Este es un aporte de mi mamá )



 



Señor:
 Te pido SABIDURIA 
para entender a este hombre, PACIENCIA para soportarlo,BONDAD para tratarlo, AMOR para perdonarlo; 
y no te pido FUERZAS, Señor, porque si me das FUERZAS.
LO MATO
         

jueves, 9 de junio de 2011

Nada, absolutamente nada

Podría decir que los dos primeros meses tenía mis dudas respecto a Facundo. Me sorprendía tanto amor de su parte y como lo estaba conociendo probablemente también lo media, no sabía si confiar en lo que me decía. Además, confieso que unos meses antes había cortado con una tranza estable - para definir de alguna manera aquella anterior relación - y aún parte de mi cabeza estaba en el pasado. La cuestión es que Facundo percibía esa distancia y una vez, en un restaurante de La Boca, me preguntó: 

- ¿Por qué no confías en mi amor? Tanto daño te hicieron para que te cueste entregarte a una nueva relación? 

Dejé que crea que esos eran lo motivos y lo seguí midiendo. Hasta que un día me di cuenta que ya estaba enamorada y dije basta a la represión. Me entregué como se entrega una imagen a un espejo. 

Si recuerdan en otro post les conté lo bondadoso que parecía, esos primeros meses me hizo sentir la mala de la película. La chica que no amaba al pobre chico loco de amor, exacto loco de amor! Hoy me doy cuenta que mi instinto no falló y mi psicóloga me lo recuerda continuamente: "Aunque decidiste confiar y apostante a esa relación - no podías hacer otra cosa porque te estaban ofreciendo el cielo y las estrellas- no te olvides que tanto amor de golpe te parecía raro.  

Mafangulo !!!! Nadie, nadie en la vida me lastimó y me hizo sentir tan desdichada como lo hiciste vos.

Promesas de amor, regalos especiales, flores, viajes, presentaciones familiares, casamiento, hijos para el futuro: fueron actos de amor o perversidad? 

Nada, hasta hoy nadie me había hecho absolutamente nada !






domingo, 5 de junio de 2011

Amor sólido en tiempos líquidos

Artículo publicado en La Revista, La Nación
5 de junio de 2010


Por Sergio Sinay

Leí en Amor líquido, de Zygmunt Bauman, que las "relaciones de bolsillo" son usadas cuando se las requiere para un determinado propósito. ¿Nuestra sociedad líquida nos lleva a querer relacionarnos sin soportar el peso de los vínculos? Vivimos en una sociedad que continuamente cambia, ¿estas relaciones frágiles y sin consistencia en gran medida son posibles por el fenómeno Facebook? MartIn Ruy Molina, 18 años, Buenos Aires ¿Puede una persona desaparecer, no desear más el contacto con otra, sin dar explicación alguna y dejando un tendal de interrogantes para el otro? ¿Es factible una relación con alguien que de repente se aleja, sin dar razones? ¿Cómo tener pautas para no relacionarse con quienes con su indiferencia pueden causar mucho daño?

Mercedes Araujo La sombra de la fugacidad y de la precariedad afectiva tiñe las inquietudes de nuestros amigos Mercedes y Martín. Ambas miradas confluyen en un mismo diagnóstico: como alguna vez dijo Karl Marx (en otro contexto), todo lo sólido se disuelve en el aire. Cuando vivimos utilitariamente todo debe servir para algo y ser conveniente, incluso un vínculo humano. No es tierra fértil para el amor. El amor, dice el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, a quien nombra Martín, anhela conservar al amado, extenderse hacia él; es un impulso centrífugo, diferente del mero deseo, que al ser centrípeto toma y atrae hacia sí. El amor busca en el otro al sujeto; el deseo, en cambio, hace del sujeto un objeto. El amor procura conocer al otro, ahondar en su misterio; el deseo, una vez consumido lo deseado, necesita renacer con otro objeto.
Vivimos una era de deseos fugaces, estimulados intensa y artificialmente. Los vínculos que se consolidan necesitan tiempo. Dos sujetos, al fundar un vínculo, honrarlo y arraigarlo, crean un "tercer cuerpo", como explica con belleza la terapeuta junguiana Connie Zweig en Vivir con la sombra (escrito en colaboración con Steve Wolf). Ese es el cuerpo de la pareja, que necesita de la concurrencia e integración de quienes se aman. Aquí cuerpo no alude sólo a lo físico, sino a la totalidad del individuo. Son dos personas que se arriesgan a descubrir cada una en compañía de la otra los aspectos más recónditos de su propio ser. Eso requiere tiempo, decepciones, comprensión, creatividad, presencia, compromiso. Toda relación verdadera es una construcción, hechos, acciones, conductas. Si veo al otro en términos de conveniencia, como un objeto que satisface mi deseo (no sólo sexual, también el de ahuyentar la soledad o mostrarme ante los otros), no hay construcción posible. Es inútil creer que la ilusión de uno puede enmendar la manipulación del otro. Muchas veces el sufrimiento no sólo se origina en la perversión del manipulador, sino en la ceguera del manipulado, que insiste en ver lo que no hay.
Amar, creo, es descubrir y honrar la singularidad de la otra persona, preocuparse por los sentimientos de ella como lo hacemos con los propios; es confiar en que existe en mí algo digno de ser amado, como lo hay en la otra persona, y que ambos nos lo descubriremos y ofreceremos.
Por supuesto, el amor no puede inventarse y nadie está obligado a amar a otro. No elegimos amar a alguien. Pero estamos obligados a respetarlo. Desaparecer sin explicaciones de una vida en la que se ha entrado equivale a tratar al otro como objeto. Y muchas de las relaciones del mundo virtual e informático van en esa dirección. Se basan en falsas identidades, en falsear lo que uno en realidad es, en ofrecer lo que no se tiene, en rapiñar y desaparecer valiéndose del anonimato de un medio ideal para los vampiros vinculares. Se basan, también, en espiar vidas ajenas, en espiar a quien se dice amar y, por fin, en borrar a quien ya no conviene seguir vinculado. Se hace normal tratar al otro como objeto, se lo deshumaniza. Con todo, los fenómenos como Facebook no crean estas situaciones, sino que las evidencian. El todo vale afectivo comienza con el vale todo como modelo de vida, cuando en el festín consumista del usar, tirar e ir por más, de vivir con velocidad y sin sentido, entra también el prójimo como un bien de consumo.
Considerar a otra persona con respeto, tratarla como el sujeto que es (y no como un objeto o un medio), amar de cuerpo presente, con acciones reales, no es algo que convenga o no convenga, no tiene fines ni utilidad. Simplemente confirma nuestra humanidad. En términos de sentimientos y valores, hace sólido lo líquido. Hace permanente lo fugaz.

sábado, 4 de junio de 2011

Capítulo 3: Todo sigue igual - Por Victoria -



Todo parece haber vuelto a la normalidad. Mi vida parece ser esa misma que era entes de conocerlo. Mi casa es más linda desde que no la uso solamente para esconderme de su ausencia. Esa extraña sensación de injusticia al ver que el mundo no se paraba al mismo tiempo que mi corazón, ya no está. Hoy disfruto que la vida siga, celebro que mis vecinos octogenarios paseen de la mano, ya no se me escapan lágrimas de envidia al verlos. Mi barrio está igual. La parejita de hippies que vende libros en la estación de Haedo sigue dándose besos cada cinco minutos, y ya no los evito. La señora que vive en la esquina de mi casa sigue saliendo en bata a despedir a su esposo con un beso cada mañana. La señora del kiosco sigue vendiéndome chocolates cada sábado, y ya no me pregunta por mi novio, me pregunta por mi perra o hablamos de lo lindo que está el día para comer algo rico. El chico que vende diarios sigue pareciéndome hermoso, la china que atiende el supermercado sigue pasando los productos por la caja y tirándomelos en la bolsa como si fuesen granadas de mano, todos los días me digo a mí misma que esta vez le voy a decir algo, y cuando termino de decirlo ya estoy camino a mi casa. A esa casa que ya no tiene recuerdos de ÉL, porque me encargué de esconder el mate que me regaló, guardé en una caja todos los souvenirs de viajes y vacaciones, ya no me pongo el perfume que a él le gusta porque el olfato es un evocador de recuerdos lacrimógeno al que no quiero provocar nunca más. Ya no uso la misma ropa con la que él me conoció, sin darme cuenta fui guardando todo en rincones de mi placard, como si al no ver la campera que me cubría cuando él me abrazaba, desapareciesen las ganas de llamarlo. Me compré bufanditas nuevas, y opté por encerrar en una bolsa todas esas que iban y venían a su casa, esas mismas que yo dejaba a propósito, tal vez para que él tenga algo mío, o para que su casa tuviese una parte de mí, o tan solo para tener un motivo para volver algún día. No tan en el fondo algo me decía que cada vez que lo visitaba, esa podría ser la última vez, entonces me encargaba de dejar huellas que solamente yo vería como tales. Ya no acudo a los deliverys de comida que solían salvarme cuando él me visitaba, recurro a otros que no me recuerden noches en las que creía que esta vez sí estaban funcionando las cosas con él. En mi heladera ya no habitan sus gustos, ni los que teníamos en común tampoco. Porque tomarme un licor de melón con energizante tiene gusto a la mujer que yo era cuando estaba él, y me va a gustar toda la vida, pero me da nostalgia y en esta etapa en la que el mundo debe seguir girando no debo tener sabores de un pasado que ya no va a volver.
En esto de asumir que todavía lo quiero, pero que ya no lo necesito hay veces que lo cotidiano me traiciona, y me encuentro escuchando canciones que él bajó por mí en la computadora, y me enternezco descubriendo que sin preguntarme nada sabía cuáles eran mis gustos, entonces acepto que con todas las cosas malas que teníamos, él me escuchaba.
Salir a la calle es un buen ejercicio, es liberador, encerrarse a convertirse en capullo no es positivo si se convierte en un escondite de la realidad. Entonces salgo, camino, trabajo, vivo, viajo y en los días donde menos pienso en él alguien con su perfume pasa por mi lado. Pero ya no creo que sea una señal. La etapa en la que jugaba con mi cerebro haciendo pruebas insensatas como sí pasaba un auto con las iniciales de su nombre en la patente eso significaba algo, algún designio, algún indicio, algún mensaje del universo, esa etapa debería haberse superado en terapia. Entonces me cruzo con médicos que ya no me duele ver, entonces ya no lo busco en lugares en donde sé que no va a estar, entonces ya no le mando mails. Ya no me despierto pensando en él, ni me desvelo imaginando qué será de sus huesos.
Este espacio me sirve para saber que no me pasa solo a mí, que a todas nos duele, y que sin embargo seguimos, porque hay algo más, o no, no lo sé. Existen grandes posibilidades de que me convierta en Luisa Kuliok y asuma el miedo a envejecer pensando en él. No lo sé. Y eso es lo bueno de no saber. Porque mañana mi barrio va a seguir igual, la vecina de la esquina va a seguir saliendo en bata a despedir con un beso a su esposo el ingeniero, la china del super va a seguir arrojándome los productos en la bolsa, la señora del kiosco va a seguir vendiéndome chocolates salvadores y ya no me va a preguntar por él. El muchacho que vende diarios me va a seguir pareciendo hermoso, los viejitos de la vuelta de casa van a seguir amándose hasta que la muerte los separe y después también. Los hippies que venden libros en la estación de Haedo van a seguir mostrándose ternura en casa beso, sin notar que hubo días donde los envidié, otros en que los odié, y que hoy los admiro, porque seguramente algo harán en el día a día para seguir juntos, besándose como si fuese la primera vez. Y pienso que tal vez de eso se trate, ya no sé si es amor solo amor lo que se necesita, estoy convencida que gran parte de construir algo juntos es esa capacidad de quedarse junto a la otra persona en las buenas y en las malas, asumiendo que la vida sin ese otro no es tan linda.